miércoles, 15 de febrero de 2012

Ajedrez y política.



La política, nada más denostado hoy en día. Lógico, pues hoy es un engaño, al menos en las altas esferas: debates parlamentarios amañados y esperpénticos, sumisión total a los poderes financieros, que gobiernan en la sombra, etc. Cuando la política se ha inmiscuido en nuestro noble juego, lo único que ha hecho es que el ajedrez pase a un segundo plano. Los ejemplos son innumerables. En el libro "Antiajedrez", escrito por Viktor Korchnoi, se relatan las vicisitudes del match Karpov-Korchnoi en 1978, celebrado en Baguío, Filipinas. Aquel match fue visto, una vez más, como un encuentro político, lo cual fue de lo más desafortunado. En su libro, que es casi una novela de suspense, Korchnoi nos habla de espionaje, intrigas, ocultismo, guerra psicológica y conspiraciones urdidas contra él por un grupo de arribistas ignorantes del juego-ciencia. Korchnoi, en realidad, no jugaba sólo contra Karpov, sino contra toda la Unión Soviética. El aspirante representaba para el Partido Comunista lo peor de Occidente; acusado de traidor, vencer a Karpov hubiese supuesto, probablemente, que le hubiesen liquidado físicamente, "todo estaba dispuesto para que así ocurriese", relata Korchnoi. Fischer era americano, pero Korchnoi era ruso, y eso era visto por los mandamases del Partido como una traición (Korchnoi había desertado a Occidente en 1976). Para Karpov, mero instrumento en manos de la "nomenklatura", el match supuso una tensión casi intolerable, apenas podía dormir, y contrataron a un psicólogo experto en relajación. Korchnoi acusó a los soviéticos de contratar al psicólogo para que, mediante métodos parapsicológicos, tratase de interferir en sus pensamientos (los nervios sobrecargados nos llevan, a veces, a estos extremos). Casi llegan a las manos; "¡o lo echan de aquí, o me lo cargo!", dijo a los árbitros. Como no pudo, contrató a dos maestros de yoga, confiando en sus poderes mentales para derrotar al psicólogo, como así ocurrió. El psicólogo (¿quizá un medium?) abandonó la sala y los yoguis se quedaron, pero luego fueron acusados de pertenecer a una secta criminal; "ellos sólo me enseñan yoga", alegó Korchnoi, y se dejó fotografiar haciendo posturas de yoga. En la primera mitad del match, Karpov estuvo irreconocible, luego ganó algunas partidas gracias, sobre todo, a algunos errores garrafales de Korchnoi, más preocupado por la guerra psicológica que por lo que sucedía en el tablero, y al final todo se decidió en una sola partida, cuando iban empatados a 5. De haber ganado Korchnoi, éste lo tenía todo preparado para huir de incógnito, renunciar a su título de campeón mundial, y jugar con Fischer un match por el "verdadero campeonato del mundo".



Otro libro interesante es "Ajedrez y comunismo", escrito por el gran maestro checo Ludek Pachman. El autor, marxista convencido, renunció a sus ideas políticas a raíz de la invasión de Checoslovaquia por los tanques del Pacto de Varsovia en 1968. Él mismo fue víctima de una brutal represión, a resultas de lo cual emigró a Alemania Federal tras un intento de suicidio. Fue el fin de la adhesión a una ideología, pues los hechos son lo que cuentan ("lo interno siempre se impone a lo externo", dijo Krishnamurti), y la ideología divide, aisla y crea conflicto en la relación humana.
En "Hijo del cambio", Kasparov nos presenta sus matches con Karpov como una lucha entre el bien y el mal. Kasparov, quizá desde el subjetivismo, se nos presenta como la nueva Rusia emergente, la democracia y los aires de libertad, y a Karpov nos lo presenta como símbolo del viejo sistema comunista corrupto. Su match vuelve a ser visto como el enfrentamiento entre dos ideologías irreconciliables, dos visiones del mundo completamente antagónicas. Nos llama la atención el penúltimo capítulo, donde Kasparov declara que una máquina nunca podrá ganarle, lo que sucedió ante Deep Blue en 1997 tras hacer el ridículo en la última partida del match en un alarde de histrionismo. Kasparov no cambió el mundo al vencer a Karpov, ni hubiese salvado a la humanidad de haber vencido a la máquina, por eso ahora lo intenta como activista político, decepcionado con los resultados del "cambio" en Rusia. Es una pérdida para el ajedrez pero, al menos, sirvió de algo: tras la visita de Karpov a Kasparov cuando éste fue encarcelado, ese noble gesto sirvió para reconciliar, en lo personal, a dos grandes genios que, alejados ya de los tableros, demostraron grandeza humana, mucho más allá del color político.

2 comentarios:

  1. Muy interesante lo que nos cuenta Enrique. La verdad es que el tema escogido me trae a la cabeza otros libros, otros casos.
    Recientemente me llevé a casa un libro que fue a para al club (no se exactamente como). Es "Siluetas del ajedres ruso" editado en español por Daniel Cámpora y escrito por el GM Gennadi Sosonko. Sosonko emigró de la URSS a Holanda y aunque su principal tema no es el régimen político soviético sino la personalidad de destacados ajedrecístas rusos de la segunda mitad del siglo pasado no puede (ni quiere, supongo)evitar reflejar como afecta la presencia de un regimen totlitario a la vida de las personas.
    Es muy interesante y está a disposición de quien me lo pida.

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  2. Enrique Biedma me esta demostrando que no es sólo un maestro frente al tablero sino también un articulista de primer nivel. Grande Enrique.

    Firmado: Carlos López.

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